ESCUELA DE FRANKFURT

LA TEORÍA CRÍTICA AYER Y HOY
Ahora debo describirles a ustedes cómo se llegó de la teoría crítica de entonces a la teoría crítica de hoy. Aquí, el primer motivo lo constituye la idea de que Marx estuvo equivocado en muchos puntos. Sólo mencionaré unos pocos:
  Marx afirmó que la revolución sería  un resultado de las crisis económicas, cada vez más agudas, unidas a la  progresiva miseria de la clase trabajadora en todos los países capitalistas.  Esto induciría finalmente al proletariado a poner fin a este estado y a crear  una sociedad justa. Empezamos a darnos cuenta de que esta teoría era falsa,  porque a la clase trabajadora le va ahora mucho mejor que en tiempos de Marx.  Muchos trabajadores se convierten de simples obreros manuales en empleados con  una categoría social más elevada y con mejor tenor de vida. Además, el número  de empleados aumenta constantemente con respecto al de los obreros. En segundo  lugar, es evidente que las crisis económicas graves son cada vez menos  frecuentes. En gran parte pueden impedirse mediante intervenciones de tipo  económico-político. En tercer lugar, lo que Marx esperaba en definitiva de la  sociedad correcta es probablemente falso por el mero hecho de que (y este  principio es importante para la teoría crítica) libertad y justicia están tan  unidas como que constituyen cosas opuestas; a mayor justicia, menos libertad.  Para que las cosas se efectúen con justicia, se les deben prohibir a las  personas muchas cosas, sobre todo el no imponerse a los demás. Pero cuanta más  libertad hay, tanto más aquel que desarrolla sus fuerzas y es más listo que el  otro podrá al final someter al otro, y por consiguiente, habrá menos justicia.
El camino de la sociedad que por entonces comenzamos a vislumbrar y que ahora juzgamos, es completamente diferente. Hemos llegado a la convicción de que la sociedad se desarrollará hacia un mundo administrado totalitariamente. Que todo será regulado, ¡todo! Precisamente cuando se haya llegado al punto de que los hombres dominen a la naturaleza, y’ todos tengan suficiente comida y nadie necesite vivir peor o mejor que el otro, porque cada cual podrá vivir de un modo bueno y agradable, entonces tampoco significará ya nada que uno sea ministro y el otro simplemente secretario, entonces acabará siendo todo igual. Entonces podrá regularse todo automáticamente, tanto si se trata de la administración del Estado, como de la regulación del tráfico o de la regulación del consumo Esta es. una tendencia inmanente en el desarrollo de la humanidad, tendencia que, sin embargo, puede ser interrumpida por catástrofes. Estas catástrofes pueden ser de naturaleza terrorista. Hitler y Stalin son síntomas de ello. En cierto modo, quisieron realizar la unificación demasiado deprisa y exterminaron a los que no se ajustaban a ella. Tales catástrofes pueden ser ocasionadas por la competencia, la cual ha pasado de los individuos a los Estados y finalmente a los bloques, y conduce a guerras que interrumpen por completo todo el desarrollo. Piensen ustedes en la bomba de hidrógeno y todo lo demás, por ejemplo, bombas capaces de infectar con bacterias a países enteros.
Así, nuestra teoría crítica más moderna ya no defiende la revolución, porque, después de la caída del nacionalsocialismo, en los países del Occidente, la revolución se convertiría de nuevo en un terrorismo, en una nueva situación terrible. Se trata más bien de conservar aquello que es positivo, como, por ejemplo, la autonomía de la persona individual, la importancia del individuo, su psicología diferenciada, ciertos factores de la cultura, sin poner obstáculos al progreso.