TOMÁS DE AQUINO

Tentación de Santo Tomás de Aquino fue pintado por Velázquez en 1632 y se conserva en el Museo Diocesano de Orihuela

Su pensamiento político se encuentra principalmente en algunas de las cuestiones de la Suma teológica, en el De regne et regno (también conocido como De regimine principum que nosotros traducimos como La Monarquía (De Regno) pudo ser escrita según algunos estudiosos entre el 1265-1267 en Italia, y según otros entre 1271-1273, y en el Comentario a la Política.

Ahora bien, su pensamiento político tiene como antecedentes las disputas medievales acerca de las relaciones entre Iglesia y Estado. A saber: a Agustín de Hipona en su obra “La Ciudad de Dios” quien sostiene que la Ciudad terrena (poder civil) está al servicio de la Ciudad de Dios (poder religioso); la lucha de las investiduras(lucha por concentrar en una sola persona los poderes terrenal y espiritual) y a Bernardo de Claraval con su “teoría de las dos espadas. Todas las anteriores posiciones defienden el sometimiento del poder civil al poder religioso. Sin embargo, la posición tomista respecto a las relaciones entre la autoridad civil y la eclesiástica pretende ser más flexible que las anteriores.

Tomás sigue a Aristóteles en sus principales ideas sobre la vida social y política. Piensa que la naturaleza es un sistema de fines. Dentro de este sistema se encuentran las sociedades humanas y el hombre, que es un "viviente social y político". Esto equivale a decir que también la sociedad es algo natural. El ser humano necesita de la sociedad, que no se organiza según impulsos del instinto como en los animales gregarios, sino por medio de la razón. Toda sociedad tiene dos fines: uno inmediato: material, para satisfacer las necesidades de subsistencia, y otro trascendente, que es conducir a los individuos a Dios.

Tanto la ética como la política de Aquino son de clara inspiración aristotélica, pero con un complemento teológico: para Tomás de Aquino el hombre tiene un fin sobrenatural, que no puede satisfacer el Estado. De ahí que se plantee también las relaciones Iglesia-Estado.

El Estado, como para Aristóteles, es una institución natural, fundamentada en la naturaleza del hombre. El hombre no es un individuo aislado, sino que es un ser social, nacido para vivir en común con otros hombres. Necesita de la sociedad. Aquino se sirve de tres argumentos para demostrar la natural sociabilidad humana: la inmadurez biológica del ser humano; el hecho de la división del trabajo y la existencia del lenguaje.

Si la sociedad es natural, también el gobierno. Lo mismo que el cuerpo se desintegra cuando falta el alma, también sucede lo mismo si falta un principio que unifique (gobierno) y dirija las actividades para el bien común. La cabeza rige el cuerpo; el gobierno, el Estado.

Tanto el gobierno como el Estado son queridos por Dios. El Estado no es consecuencia del pecado original, tal como pensaba San Agustín, ni una creación del egoísmo humano. El Estado es una sociedad perfecta: tiene todos los medios necesarios para conseguir su propio fin que no es otro que el bien común de los ciudadanos. Para ello es necesaria la paz, la economía, la defensa, los tribunales de justicia... y el gobierno que asegure esas cosas. En este sentido, las funciones del Estado son fundamentalmente tres: Función coercitiva. Conservar la paz en la comunidad, tanto externa como internamente.  Función económica: Procurar que los ciudadanos tengan satisfechas sus necesidades materiales. Y, por último, función ético-jurídica: Conducir a los gobernados a obrar bien y desarrollarse en plenitud. Ahora bien, al ser el fin de la Iglesia sobrenatural, es más elevado que el del Estado. La Iglesia es una sociedad superior y el Estado debe supeditarse a ésta. El gobierno del Estado debe facilitar al hombre la posibilidad de conseguir su fin sobrenatural.

En las relaciones entre el individuo y el Estado, Tomás de Aquino mantiene que la parte se ordena al todo, y, puesto que el individuo es parte, las leyes del Estado deben ordenarse al bien común. Sin embargo, aunque el bien de la comunidad es un fin superior al del individuo, no puede interpretarse como un totalitarismo. El hombre no es simplemente un miembro del Estado, sino un ser humano, que debe tender hacia el fin sobrenatural, y por lo tanto tiene una dignidad en cuanto a persona, o en cuanto a criatura divina.

La soberanía (el ejercicio del poder) del Estado se ejerce desde las leyes positivas, pero está limitada por la ley natural y por el bien común. Por la ley natural: el legislador y soberano tiene que aplicar y concretar la ley natural, porque los preceptos naturales son muy generales. Pero nunca puede ir en contra de una ley natural, porque la autoridad proviene de Dios y Dios es el autor de la ley natural. Por el bien común: una ley puede ser injusta si va contra el bien común (por fines egoístas del legislador). Entonces los súbditos no tienen obligación de cumplirla; es más, es lícito desobedecerla, porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
La autoridad viene dada por Dios al pueblo, y éste es el que la delega en el gobernante (esta postura no está clara en Tomás de Aquino; hay textos que parecen indicar otra posición). Sin embargo, considera que el gobernante siempre habla como representante del pueblo y sólo tiene facultad en cuanto representa al pueblo y siempre para el bien del pueblo. Por eso es lícita la rebelión contra el tirano que no cumple, aunque Tomás de Aquino no defiende la rebelión contra el tirano, porque, si fracasa, produce males mayores. Lo que hay que hacer es evitar que el monarca se convierta en tirano.

Respecto a las formas de gobierno, Aquino distingue tres tipos de gobiernos justos o buenos: democracia observante de la ley, aristocracia y monarquía. Y, por otra parte, tres tipos de gobierno injustos o malos: democracia demagógica, oligarquía y tiranía.

La tiranía es la peor. La monarquía es la mejor: proporciona más unidad, es más “natural” pues rige al pueblo como la cabeza al cuerpo: las abejas tienen reina, y Dios reina. Pero como no es fácil conseguir que la mejor persona sea el monarca, lo mejor es una forma mixta, en la que el poder del monarca sea moderado por los magistrados elegidos por el pueblo, es decir, en términos modernos, se trata de una “monarquía constitucional”. Ninguna forma de gobierno es ordenada por Dios, lo importante es que promueva el bien público.

La política ha de complementarse, después de lo dicho con la ética. Ambas deben ajustarse a la ley natural. La ética del aquinate es de carácter eudaimonista y teleológica, al igual que Aristóteles. Sostiene que la conducta humana se rige por tres leyes naturales básicas que pueden conocidas a través de la razón: En tanto que sustancia, el hombre tiende a conservar su propia existencia; En tanto que animal, el hombre tiende a procrear. En cuanto racional, el hombre tiende a conocer la verdad y a vivir en sociedad. Si para Aristóteles la finalidad de la vida humana era la felicidad e identifica ésta con la vida contemplativa, con la actividad filosófica (y esta consiste en el ejercicio de la virtud perfecta, es decir, en la contemplación del Motor Inmóvil), para Aquino la felicidad humana se identifica con la visión beatífica de Dios, con la contemplación mística del ser por excelencia: Dios. En efecto, si Dios es el bien del que dependen todas las cosas la felicidad perfecta es la contemplación de Dios, que es verdad y vida.

En el trasfondo de su teoría política late la cuestión de las relaciones fe y razón. Aquino afirma que existen dos fuentes de conocimiento: filosofía y teología, fe y razón, y aunque se diferencian, también existen verdades que pertenecen a ambas, tales como la afirmación de que Dios existe, que el mundo es creado, y la de la inmortalidad del alma, que pueden ser demostrados por la razón y por la fe a un mismo tiempo.  Aquino critica la teoría de la doble verdad de los averroístas latinos. Sostiene por el contrario que la razón puede colaborar con la fe ayudando a la teología a constituirse como ciencia, ofreciéndole sus procedimientos de ordenación científica, sus armas dialécticas y cuantos datos contribuyan al esclarecimiento de la fe.  De igual modo, al no existir una doble verdad, la fe sirve a la razón de norma extrínseca: es decir, en el caso en que la razón llegara a conclusiones contrarias a la fe, tales conclusiones serían falsas y el filósofo deberá replantear sus razonamientos. Como puede apreciarse, la autonomía concedida por Aquino a la razón es limitada porque reconoce que ha de ser tutelada por la fe, la que en última instancia dice la última palabra.

Establecidas las relaciones fe y razón, Aquino demuestra la existencia de Dios a través de las cinco vías: Cosmológica; de la Causalidad eficiente; de lo Contingente/ Necesario; de los grados de perfección y la quinta, la teleológica. Todas siguen una estructura similar: parten de un hecho de la experiencia; utiliza el Principio de Causalidad; plantean la imposibilidad de la utilización del Principio ad infinitum. Y concluyen afirmando la existencia de Dios. Y así, Todo lo que consideramos real, el mundo en su conjunto, es una creación divina. Dios es el ser necesario en el que esencia (aquello por lo que la cosa es lo que es) y existencia (aquello por lo que una cosa existe, acto de la esencia) se identifican. Su esencia es existir, es acto puro sin mezcla de potencia. Los entes creados deben su existencia a Dios. En ellos esencia y existencia no se identifican porque podrían no existir o dejar de existir, por lo tanto, son contingentes. La esencia en los seres creados es pura potencia, será necesario que la esencia sea actualizada en la existencia. Los entes creados participan del ser en distintos grados de perfección. No es lo mismo una piedra, que un árbol, un ser humano, un ángel, Dios...   Las sustancias naturales tienen una composición hilemórfica, están compuestas de materia y forma. En ellas se puede distinguir entre lo sustancial y lo accidental; están sujetas a movimiento, entendido como paso de la potencia al acto. Dicho movimiento puede ser sustancial o accidental y se puede explicar a través de la teoría de las cuatro causas. Realmente sólo se puede decir de Dios que es SER, los entes creados “son” por analogía. Vemos que Tomás separa radicalmente a Dios de las criaturas, estableciendo así un universo jerárquico en el que el ser supremo es Dios, en cuanto al ser humano, Aquino acepta la concepción hilemórfica del hombre, y la concepción aristotélica del alma y afirma que el hombre constituye una sustancia única, cuyos elementos fundamentales son el alma y el cuerpo. Como Aristóteles negaba la inmortalidad del alma, Aquino se aleja de él en este punto y recurre a Platón, intentando una difícil síntesis entre platonismo y aristotelismo.  En efecto, el cuerpo se corrompe cuando es abandonado por el alma, pero el alma, al ser una “forma subsistente”, es, por tanto, inmortal.

La obra de Tomás de Aquino, es tan monumental como una catedral gótica. Supone el intento de sintetizar la filosofía griega divulgada en occidente por la filosofía árabe y judía y el cristianismo, con todas las suspicacias que ello trajo consigo en una época tan conflictiva en el plano político y religioso...